viernes, 27 de marzo de 2009

Así empezó todo...


RIMAS Y LEYENDAS, GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Rima XXIII
[A ella. No sé...]
Por una mirada, un mundo;

por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡Yo no sé qué te diera por un beso!

Así empezó todo...
La curiosidad de aquella niña que sólo leía los libros que le obligaban en el colegio la llevó hasta aquel libro azul con letras brillantes al que le faltaba la cubierta que protegía sus tapas. Lo tomó entre sus manos, abrió una página al azar y se encontró con la rima XXIII. No tuvo pereza para leerla, pues era corta, muy corta.

Al terminar, se quedó maravillada: unos versos sencillos a la vez que intensos, aunque se preguntaba por qué se llamaba rima si no rimaban. "¡Cuánto sentimiento!" - pensó - "Si alguien fuera capaz de sentir eso por mi, yo le daría la luna". Su curiosidad aumentó y quiso leer otra rima:

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Que es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

- ¡Vaya! Esta sí rima pero… ¿qué es una pupila? ¿por qué se la clava? ¿y cómo puede una persona ser una poesía? – se preguntaba la pequeña. Y abrió otra página para continuar leyendo, esperando encontrar otra que pudiera entender:

Los suspiros son aire y van al aire!
Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?

Y siguió leyendo rimas más largas y sintió envidia de cómo aquel hombre podía escribir cosas bonitas, aunque algunas no tuvieran mucho sentido. Quiso escribir como él y empezó sus primeros pasitos escribiéndole poemas chiquititos a su madre, para decirle cuánto la quería, acompañados de algún que otro dibujito con colores. Aquella niña creció rápido, a la par que fue escribiendo. Probó con poemas a su primer amor… y más tarde siguió intentándolo con personas especiales de su familia… y su mejor amiga… y el resto de personas que le hacían feliz… y quien le hacía daño… y quien hacía daño a los demás… Pero nunca ha logrado acercarse a aquellos primeros poemas que vieron sus ojos (o sus pupilas, que al fin supo lo que eran). También ha dedicado miradas, pero no ha recibido ningún mundo… ha ofrecido sonrisas, pero no ha recibido ningún cielo… y ha regalado besos. Pero, si os fijáis por las noches, la luna sigue ahí porque todavía no se la ha dado a nadie, quizá el motivo es porque “poesía… no es ella”.

Ahora, continúa escribiendo “intentos” de poemas y también algo de prosa en su humilde blog. Y sigue llena de envidia sana al recordar aquel libro y al visitar los rincones de otros habitantes de la blogsfera.

jueves, 19 de marzo de 2009

Me llamabas Paquito

Sé que me llamabas “Paquito” antes de conocerme, cuando sabías que existía pero aún no habías visto mi carita. Lo sé porque oí por casualidad una grabación en cassette de aquel entonces. Pero, cuando llegué al mundo, te diste cuenta de que no era posible ponerme tu nombre, pues nací niña.
Ahora, noto que ya no te importa que no sea un varón y no me llame como tú porque, día a día (haciendo honor a mi nombre) intento iluminar vuestro camino juntos, gracias al cual hoy existo.
Quizá en algún momento del recorrido sentiste que no estuve ahí, pero he estado siempre. Fue un eclipse que ocurrió mientras tuve que poner toda mi energía para poder iluminar lo máximo posible. Nunca se borrará de mi mente aquel día que te vi por la calle pero alguna fuerza superior a mí me impedía llegar a ti. No me arrepiento de aquel eclipse porque era necesario y porque gracias a él me conocí más a mi misma, me di cuenta de cuánta luminosidad puedo llegar a desprender hasta casi quedarme sin energía.
Hoy, mi luz es tenue, cálida… Ahora recorro un camino paralelo que me permite seguir iluminando el vuestro, desde el que te observo a pequeña distancia a la vez que me siento orgullosa de la positividad con la que estás afrontando la prueba más difícil que te ha puesto la vida.
No olvides nunca que siempre estaré aquí, con mis energías recargadas, dispuesta a afrontar cualquier otro eclipse, sea cual sea su origen.

TE QUIERO…


FELIZ DÍA

miércoles, 11 de marzo de 2009

A quien madruga...

Dicen que a quien madruga, Dios le ayuda… Yo todavía eso no lo tengo muy claro (ni lo de Dios ni lo de la ayuda), lo que sí tengo claro es que quien madruga tiene más tiempo. Y yo, además de eso, recibo un regalo diferente cada día. No importa si madrugo voluntariamente o por obligación; si es para ir a trabajar, para ir al gimnasio o para irme de viaje; si me levanto con el pie izquierdo o el derecho; si me despierto de buen humor o con el “rabo revuelto”, como diría mi madre (aunque, de momento, no me he encontrado el rabo, ni revuelto ni sin revolver). Mi regalo siempre está ahí, esperando a que salga a la calle y lo recoja. Unas veces, sólo puedo recogerlo con los ojos y se pierde en mi mala memoria… otras, tengo la suerte de poder pararme, recogerlo con mi cámara de fotos y quedármelo para siempre. Sea como sea, al recogerlo, se me olvida si madrugué por obligación, si era para trabajar, si primero pisé con el pie izquierdo, si el rabo que todavía no me he encontrado estaba revuelto… simplemente me siento feliz de haber madrugado, pienso que ha merecido la pena y empiezo la mañana con positivismo.

Quería compartir algunos de estos regalos con vosotros. Evidentemente, no es lo mismo verlos en foto reducida que en persona, pero aquí os dejo unos cuantos (los que más me gustan). El último regalito es un recuerdo que cogí una tarde paseando por Malatascañas. Espero que os gusten.

Besotes.

P.D. Si pincháis sobre ellas, seguramente podréis verlas más grandes (quizá demasiado, jeje).

















miércoles, 4 de marzo de 2009

Ilusión


Nací con mi sentimiento más frágil: la ilusión. Y empecé a crecer con ella. Estaba descubriendo un mundo nuevo: sonidos nuevos, fragancias nuevas, sabores nuevos, colores nuevos… también conocí las caricias, los besos, los abrazos... Creo que ya desde entonces, me encantaba sentir cosas nuevas.

No pasó mucho tiempo cuando se me cayó ese sentimiento al suelo y se me rompió en pedacitos. Fui recogiéndolos uno a uno y pegándolos todos, esperando que no ocurriese más. Pero en todos estos años se me ha vuelto a caer en infinidad de ocasiones; empiezo a pensar que nací con manos de gelatina. Aunque soy Sagitario e impaciente, heredé la cabezonería de Tauro por parte materna, que siempre me ha ayudado a pegarlos todos una y otra vez; aunque acabe con diferentes formas, pero persiste. A veces, mientras estoy manos a la obra, se me clavan los trocitos y se me hacen heridas… y me duelen… sobretodo si es otra persona la que ha hecho que se me caiga. Pero, a día de hoy, continúo empeñándome en unir esos cachitos (todavía los conservo todos). Disculpadme si no escribo mucho más, tengo sesión de manualidades; ayer terminé una figura nueva y esta tarde se me ha vuelto a caer.

Por cierto… ¿alguien conoce un pegamento resistente a todo? Gracias anticipadas.