
RIMAS Y LEYENDAS, GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Rima XXIII
[A ella. No sé...]
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡Yo no sé qué te diera por un beso!
Así empezó todo...
La curiosidad de aquella niña que sólo leía los libros que le obligaban en el colegio la llevó hasta aquel libro azul con letras brillantes al que le faltaba la cubierta que protegía sus tapas. Lo tomó entre sus manos, abrió una página al azar y se encontró con la rima XXIII. No tuvo pereza para leerla, pues era corta, muy corta.
Al terminar, se quedó maravillada: unos versos sencillos a la vez que intensos, aunque se preguntaba por qué se llamaba rima si no rimaban. "¡Cuánto sentimiento!" - pensó - "Si alguien fuera capaz de sentir eso por mi, yo le daría la luna". Su curiosidad aumentó y quiso leer otra rima:
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Que es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
- ¡Vaya! Esta sí rima pero… ¿qué es una pupila? ¿por qué se la clava? ¿y cómo puede una persona ser una poesía? – se preguntaba la pequeña. Y abrió otra página para continuar leyendo, esperando encontrar otra que pudiera entender:
La curiosidad de aquella niña que sólo leía los libros que le obligaban en el colegio la llevó hasta aquel libro azul con letras brillantes al que le faltaba la cubierta que protegía sus tapas. Lo tomó entre sus manos, abrió una página al azar y se encontró con la rima XXIII. No tuvo pereza para leerla, pues era corta, muy corta.
Al terminar, se quedó maravillada: unos versos sencillos a la vez que intensos, aunque se preguntaba por qué se llamaba rima si no rimaban. "¡Cuánto sentimiento!" - pensó - "Si alguien fuera capaz de sentir eso por mi, yo le daría la luna". Su curiosidad aumentó y quiso leer otra rima:
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Que es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
- ¡Vaya! Esta sí rima pero… ¿qué es una pupila? ¿por qué se la clava? ¿y cómo puede una persona ser una poesía? – se preguntaba la pequeña. Y abrió otra página para continuar leyendo, esperando encontrar otra que pudiera entender:
Los suspiros son aire y van al aire!
Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?
Y siguió leyendo rimas más largas y sintió envidia de cómo aquel hombre podía escribir cosas bonitas, aunque algunas no tuvieran mucho sentido. Quiso escribir como él y empezó sus primeros pasitos escribiéndole poemas chiquititos a su madre, para decirle cuánto la quería, acompañados de algún que otro dibujito con colores. Aquella niña creció rápido, a la par que fue escribiendo. Probó con poemas a su primer amor… y más tarde siguió intentándolo con personas especiales de su familia… y su mejor amiga… y el resto de personas que le hacían feliz… y quien le hacía daño… y quien hacía daño a los demás… Pero nunca ha logrado acercarse a aquellos primeros poemas que vieron sus ojos (o sus pupilas, que al fin supo lo que eran). También ha dedicado miradas, pero no ha recibido ningún mundo… ha ofrecido sonrisas, pero no ha recibido ningún cielo… y ha regalado besos. Pero, si os fijáis por las noches, la luna sigue ahí porque todavía no se la ha dado a nadie, quizá el motivo es porque “poesía… no es ella”.
Ahora, continúa escribiendo “intentos” de poemas y también algo de prosa en su humilde blog. Y sigue llena de envidia sana al recordar aquel libro y al visitar los rincones de otros habitantes de la blogsfera.